Sigfrido, el fiel mayordomo del conde, recordaba a todos los presentes en cada cena anual en honor a los emigrantes krutonianos (o en cualquier otro departimiento culinario) que el conde era bueno con los niños. Eso se podía notar en la sonrisa que ponía cuando Sigfrido interpretaba una vieja y tradicional canción que había pasado de generación en generación en la familia del conde, que aludía a la bondad del linaje del condado para con los niños y que tenía algo que ver con las comilonas.
Hace unos días, encontré en mi buzón una carta en que Sigfrido respondía a mi saludo de año nuevo. Concertaré una cita con él en las próximas semanas para ver si puede recordar (hay que tener en cuenta su avanzada edad, el estado de su memoria y su poca agilidad, por ejemplo, al responder las cartas) la letra de la canción.
A propósito, y a continuación, dejo a discreción del lector inocente un par de fotos de una tarde cualquiera en que al estilo de Hamelin, el conde salía a "recolectar niños" para demostrarles su bondad.
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