19 septiembre, 2009

El conde tradujo la tradición poética krutoniana

El manuscrito original del texto incompleto que se muestra a continuación fue hallado en la biblioteca Rincomolta por el filólogo y diccionariólogo Abenamar Ankof, viejo y muy mejor amigo del conde, quien en uno de sus frecuentes viajes de investigación a Krutoy, descubrió la amarillenta página perdida entre uno de los 752 volúmenes de la Grande Enciclopediae di Termini e Paroli Krutonis, aquel referente a la tradición poética prereformista del condado. Abenamar, entrado ya en años y casi sin vista, quedó muy sorprendido al revisar dicho manuscrito -casi inmediatamente reconoció en este la letra del conde, con quien mantuvo una muy abundante y continua correspondencia-, pues sabía que el conde no había regresado a esa biblioteca desde hace varias décadas. Abenamar supuso entonces que el manuscrito debía haber sido un texto de irresponsable juventud, lo cual explicaba -según el filólogo- la pérdida de dicha página.

Hace unos días visitamos la casa del filólogo y diccionariólogo, y con el permiso de sus descendientes, tuvimos acceso a sus archivos personales. En ese lugar encontramos el manuscrito incompleto y una hoja explicatoria con el relato de su hallazgo -cuya transcripción nos reservamos para otro blog que haga referencia a Abenamar Ankof-.

...

Dentro del difícil trabajo de traducción que supone el krutoniano, me he encontrado con un poema del siglo XII que era muy popular en la zona de Krutoy del sur. Está construido por un sistema de estrofas llamadas “Torca molta ma non tanto”, que vendría a significar algo así como “giro con estribillo”. El giro es una estrofa de tres octosílabos monorrimos, que se caracterizan por un tono ligero y grutesco (sic). En la medida de lo posible -y tomando en cuenta las limitaciones que aparecen al encerrar en ocho sílabas castellanas los alegatos retóricos que permite el giro krutoniano, sin poder caer en la perífrasis- he traducido esta formación estrófica con un éxito mediano. El estribillo, en el caso particular de este poema, originalmente no fue escrito en krutoniano, sino que, al parecer, está tomado de un canto goliardesco del siglo XII, que trata un tema similar; por tanto, el estribillo está en latín, y corresponde con el poema Olim lacus colueram, también de procedencia anónima. Muchos indicios hacen pensar que el canto en latín es un poco anterior al canto de Krutoy, por tanto se ve, con la adopción de este estribillo extranjero, una influencia goliardesca y latina muy notoria no solo en la lengua, sino en la cultura misma del condado.

Para dar un contexto histórico que permita la comprensión del poema, es necesario tomar en cuenta que entre los siglos XI y XV, Krutoy estaba gobernado por el eximio Barón, quien mantenía un statu quo determinado por la religión imperante. En esas épocas, la religión era el “Totalitarismo furiosso”, que poseía un sistema dogmático muy riguroso que condenaba lo cómico y lo satírico. Si alguien escribía textos con estas características, era condenado inmediatamente a muerte. Eso propició un movimiento poético importante que se caracterizaba por un ritmo ligero, por el anonimato meticuloso y por la sátira grotesca y cómica permanente. Este movimiento se conocía como “Terco, terco, mi segnor” que significa “revolución”, aunque tiene un ligero toque político en el giro idiomático krutoniano. Como era condenado también quien leyese o amparase este tipo de literatura, la gran mayoría de textos fue escondida en lugares específicos que, mediante una clave secreta, podían ser conocidos para ir allí y leer los poemas. Uno de estos lugares es el menos esperado, pues es la famosa abadía de Weismar Rancos, sede central de esta especie de inquisición contra lo cómico. Por las noches, cuando el eximio Barón iba a su castillo, el pueblo de Krutoy se reunía, sacaba los textos de debajo de los capiteles, y los recitaba en medio de un jolgorio adobado con el sabor de las chirimías, los tamboriles, el vino y el baile. Unos momentos antes de la madrugada, colocaban todo en su sitio y regresaban a sus hogares. De allí surgió el mito de que “en Krutoy se duerme dieciséis horas diarias”, pues del jaleo, los krutences se hallaban demasiado cansados como para levantarse. Los lugares de reunión eran muy variados y prácticamente bajo las narices del Barón: la biblioteca Rincomolta, por ejemplo, tiene varios palimsestos (sic) en los que se hallan poemas escritos en las contratapas de los libros o, inclusive, sobre textos de política, de matemáticas, de fisiología y de otras ciencias arcanas como la alquimia krutoniana y la frenología aplicada. También, hemos hallado poemas de esta índole en cajas de madera ubicadas debajo de las rocas del Prado Amplio, en los troncos de los árboles del Bosque Fumo, y en las paredes de la cárcel de Lingradesco.

Este tipo de prácticas tuvo fin con la Proclama de Weismar Rancos, día solemne en el que se oficializó una nueva religión, que tenía por patriarca ya no a un Barón, sino a un Conde. Fue en la primera mitad del siglo XVI cuando se instituyó al primer conde de

13 septiembre, 2009

El conde leyó La embestida...

la embestida

magistralmente dédalus se rascó la barbilla para responder la pregunta de castro castro lo miraba fijamente mientras la papa que sostenía trataba de huir de sus manos panza roncaba en la butaca desde hacía buen rato claro que no todas las comedias pueden quedar en silencio así que dédalus dijo ya lo sé cierra el pico vete al cuerno duérmete ya si crees que tengo una inteligencia excrementicia la papa cayó y se perdió debajo de la butaca de panza que en realidad era de castro panza despertó su ojo derecho y opinó entre murmullos msbsbsñmñmnapñs castro pensó en jorgeluis y en qué diría él en estas circunstancias pero lo disimuló muy bien al ir a recoger su papa dédalus que a pesar de las copas de esa noche sabía que aún seguía llamándose stephen recordó su niñez muerta o perdida como su alma que era propicia a las alegrías elementales recordó a su padre mirando en torno de sí y también al techo de la casa de los comunes del antiguo parlamento inglés dios se apiade de nosotros etcétera

castro suele dormir temprano pero no soporta que lo manden a dormir no bebe no fuma y cuando lo hace lo hace de dos en dos opina que es mejor no confiarse de las mujeres cuando las intenciones son amorosas a diferencia del tal guzmán lo intenta en raras ocasiones y con menos suerte porque piensa que la vida yace desnuda delante de él por otro lado dédalus aparenta estar conforme pero es cauteloso en sus reflexiones y también lo es en su manera de revisar sus cabellos alborotados aunque en eso último tiene mucho más cuidado en cuestión de mujeres se podría decir que es más parecido a mí panza en cambio es un rústico bonachón antes de quedarse dormido había desenterrado de su seno un pedazo de queso envuelto en un retazo de tabí del cuál sorbió todo el suero caliente él en cambio ya está sobre la vida pues ni le dejó tiempo para desnudarse

castro logró rescatar su papa de entre los pies de panza y retornó a su lugar y dijo que a veces cuando comienza a quedarse dormido sueña que él también hubiera podido seguir estudiado en el sangabriel castro no era ningún tonto y sabía que el comentario perturbaría a dédalus que lo mirará pedirá otro vaso y volverá a quedarse callado escuchando el crujir kruuikkruuik de la butaca de panza que en realidad es de castro de pronto interrumpirá he estado escuchando largamente ese ruido y me he dejado llevar por otras edades hasta los grandes nash crosby stills mccartney young i want to know have you ever seen the rain/ comming down on a sunny day y si la lluvia dejara de caer y comenzara a subir a empapar la nubes y a ahogar al sol los arcoiris nos aplastarían y tendríamos que andar vestidos de negro para evitarlos pero al andar nuestros pasos desprenderían las gotas de agua del suelo que polb polb pulg pulg subirían a seguir llenando de océanos el cielo y ya no habría más capa de ozono que valiera ni más lluvia ácida y los inventores inventarían aeropuertos para estacionar barcos voladores llenos de hermosas azafatas que le acompañarían a uno por todos los cruceros boca abajo que haga qué hermoso morir ahora etcétera

de repente la noche lo embistió y como si estuviera soñando se quedó dormido panza despertó ahora su ojo izquierdo y trató de descifrar el par de bultos que respiraban sobre la cama creyó ver un espacio entre los dos pero giró sobre un costado y se volvió a quedar dormido castro sintió que había amanecido y se levantó recogió el Retrato que estaba sobre la almohada y lo puso sobre el del Hidalgo en la butaca

se rascó la cabeza y salió


27/07/2001

20 abril, 2009

Nota del editor

Este blog hará una parada momentánea de un par de meses hasta recopilar/recuperar más información en tierras lejanas allende los mares.
Gracias por leer.
































06 abril, 2009

el conde fue discípulo del bueno de ludwig van

el caso es que en cierta ocasión arrendé por primera vez un departamento. un lugar por demás agradable cuyo ambiente respiraba hogar (el hogar es el sitio donde uno siempre vuelve, incluso cuando ves que te lo arrebatan día a día, «aun con el vacío que deje seguirá siendo un lugar al que siempre se vuelve»). aquel día había invitado a la bella valerina y a su hermosísima hija. la idea era que el conde nos acompañara y deleitara con el piano pero, en virtud de que esa mañana tuvo algunas diligencias pendientes con su empresa de malabares, no pudo sino llegar hasta entrada la tarde. y la lluvia quiteña.

el alto conservatorio de música del condado de krutoy no tuvo el honor de educar a nuestro amigo, no. el conde fue autodidacta, o sucubió a la potencia de la música, para decirlo con otras palabras. además de los libros, su colección de música era envidiable, no porque tuviera un sinfín de títulos (como cualquiera de las desdichadas de nuestras computadoras) sino porque él tenía justamente aquella melodía que a ti, lector inocente, te hacía falta. alguna vez necesité la danza de las hachas de la fantasía para un gentilhombre. nada más hubo que mencionar la palabra «gentilhombre» y el bueno del conde saltó de inmediato (la ceja derecha levantada y una sonrisa de buen provecho): «yo la tengo».

llegó la tarde. llegó la lluvia. llegó el conde. empapado hasta sus ancestros. así que tuvimos que vestirlo y colgar sus ropas, zapatos, partituras y bastón.

hubo que improvisar de todas maneras. dejó la taza de chocolate sobre el piano, agarró el picasso de la sala, se lo amarró en la cabeza e interpretó la marcha turca del bueno de ludwig van.

la hermosísima hija de la bella valerina quedó prendada.

fue una tarde de la que nadie podía escapar, por la lluvia.

e-bibliografía para e-consultar:
aquí se puede ver al conde grabando la fantasía para un gentilhombre desde el palco tercero. nótese la sonrisa del conde cuando su alumno, narciso yepes, interpreta el remate de ese tercer movimiento, justo antes de los aplausos. «tocó dieciséis notas erradas en menos de cinco segundos», me dijo. por cierto, la guitarra era del conde.

aquí la presentación fallida del conde en el famoso royal albert hall. razones diplomáticas y económicas impidieron que krutoy enviara a su representante, sin embargo, el conde encargó a su pupilo kissin que interpretase su (del conde) versión de la marcha turca. pero no le salió.

26 marzo, 2009

El conde practicaba el castellano y otras lenguas muertas

no sé si beber el líquido color tinieblas o el líquido color cristal

tan profesional y distinguido como era el conde, había de esperarse que sus oficios lo llevaran a buscar lugares en que pudiera estar cerca de algún libro, o de varios... (el recuerdo curioso de otra historia me asalta: el caso del diccionario etimológico perdido)... decía, que la urgencia de prolongar su constancia frente a los libros era tal, que la necesidad de un transporte barato lo obligó a comprarse una biblioteca. sí. lo que he dicho. una biblioteca. harto de ir en carruajes, en viejos rolls-royces de colección, en cisnes galopantes o montar en el automóvil de alguna desprevenida virgen, el conde se portó mucho más, mmmm, digamos distinguido, que cualquiera de nosotros, y se compró una biblioteca. y, claro, por su experiencia en el noble juego del polo supuso que debía llevar un casco (es necesaria alguna cita aquí para aclarar la veracidad de esta afirmación, pues varios de sus biógrafos afirman que no se trataba de un casco sino del mismísimo yelmo de mambrino).

por motivos de las circunstancias en que las necesidades de los actores sociales que conllevan a que el actual entorno en que se ha venido desenvolviendo todo el pensamiento de los sectores emergentes y de los colectivos que buscan el desarrollo sociocultural a través de las manifestaciones artísticomarginales debidas a procesos de reforma en los caducos puntos de vista de los líderes de opinión traducidos como hegemonía política que se expresan no solo en el discurso jurídico sino también, de la manera más breve y sumaria posible, en los comentarios de las causas del conflicto social... hoy, brindo.

en la primera oficina de editores en que trabajamos juntos como «pulidores de escritos, magos de la palabra, verdugos de los verbos "estesen" y "estarasen"» cada tarde era necesaria una parada técnica para discutir sobre si el jazz era música barroca o si debíamos cantar el brindisi en un tono más agudo, pero también tratabamos sobre temas elevados. el equipo de discusión: mary mandolyn, jeremy fisher, la hermosa marjory stewart-baxter y yo, hubert cumberdale. por motivos ajenos a nosotros, fuimos todos despedidos casi instantáneamente.

su dedo meñique apuntaba al cielo
el resto, agarraba el vaso
y bebía

sin embargo, el azar y la nada nos volvieron a reunir en una segunda "oficina de editores", ¡ay!, trágico destino el nuestro de seguir en la búsqueda de los despidos o los perderes. ¿cómo explicarlo? con el conde manteníamos una suerte de contradictio in terminis que nos podía matener a flote a ambos, incluso en los momentos de la discusión que anunciaban la pelea: el conde tenía la capacidad de burlar las emociones de sus interlocutores y vestirlos con las máscaras de las sonrisas falsas sin que se dieran cuenta de lo ingenuos que se veían.

ya ya
no te nojes
broma nomás era

hasta que un día, precisamente el día en que no estuve y sí el jefe editor supremo, se le ocurrió explotar. caramba, de lo que me perdí. lo supe por terceros dos días después de que no volvió a su escritorio. que jeremy fisher se los cuente... yo debo descansar.


bibliografía recomendada (solo para incautos):

aquí se puede ver al conde, tocando el oboe y demostrando lo expuesto acerca del brindisi.

aquí se puede ver al conde con sus colegas.

16 marzo, 2009

El conde hizo magia herética

a veces, mi querido conde cambiaba su nombre, más que por el afán de escabullirse de la prensa amarillista lo hacía por descubrir incautos y arreglar entuertos: yo soy romet, yo soy morte, me dijo una vez... hola hijo mío, soy la madre teresa... nooo, ¿cuál conde?, llo me llamo jorge luis...

en fin, en su última faceta de mago, alcancé a conocer a magnalucius, su más y muy mejor preparada máscara... yo lo vi colgado de los tobillos atado de una camisa de fuerza, yo lo vi engullirse un foco entero, yo vi cómo dobló un tenedor solo con su mente...

oh, cuán incauto fui...


13 marzo, 2009

El conde al rescate

Nunca he podido actuar. Soy torpe con mi cuerpo y, aunque muchos sonreirán con ironía, soy muy tímida. Cuando tenía alrededor de diecinueve años (y parecía de quince) en la Facultad hubo una casa abierta. Tres chicas cuyas identidades ya no tengo claras y yo decidimos disfrazarnos de Chaplin para atraer la atención de las personas hacia la inexistente educación cinematográfica que nuestra facultad brindaba. Nos pintamos la cara de blanco, nos pintamos el bigote, llevamos bastones y trajes negros, y sombreros. Y fuimos como cuatro poco agraciados sacos de papas que hacían más burla de sí mismas que imitación de ningún Chaplin conocido.

El conde, de quien yo no conocía ni siquiera el nombre en ese momento, miraba, desde el otro lado del jardín, con una expresión inquisitiva y dos dedos sobre su boca, como meditando, en nuestra dirección. No sé cuánto tiempo pasó, pero recuerdo el malestar que me causaba el ser insitentemente observada por un sujeto de extraña apariencia mientras yo intentaba inútilmente imitar a Charlie.

En un momento de ofuscamiento y vergüenza, detuve todo movimiento y en lugar de esquivar la mirada del personaje con bastón que me miraba desde aquella mediana lejanía, le devolví la fijeza y, de ese modo, Andrés y yo nos quedamos frente a frente, a la distancia, como en un duelo sin armas y sin agravios. Puedo jactarme ahora de haber hecho al menos un movimiento inteligente en todo ese día: devolver la mirada fija al señor conde pareció ofenderlo en lo más profundo pues, cuando entendió que mis ojos se dirigían a él, como interrogándolo por su intromisión, o al menos como rogándole que me ahorrara el bochorno, ensayó un espasmo de sorpresa (con absoluta grandilocuencia, claro está), puso su mano sobre su pecho y echó para atrás la cabeza. Inmediatamente empezó a caminar hacia mí dando pasos exageradamente grandes, apoyándose sobre su bastón como si realmente lo necesitara y con una seriedad digna del duelo tácito que habíamos entablado unos minutos antes. Confieso que a medida que se acercaba yo empezaba a sentirme más y más fuera de lugar, y me preguntaba (o tal vez esas preguntas vinieron después, o vienen ahora), qué le iba a decir cuando llegara hasta mí. Se detuvo a un metro de distancia, calculo ahora. Me miró, y antes de decir cualquier cosa, hizo una reverencia tan ceremoniosa que pareció un ejercicio de yoga. Le tomó un rato terminar la reverencia, debo decir. Luego me besó la mano y me dijo: "Dígame, señorita damicela, ¿qué la tiene caminando en estas galas por los jardines de esta señorial institución?" Yo le contesté: "¿Señorita damicela?" Nos miramos por un segundo y los dos soltamos una carcajada.

Nadie podría olvidar la risa explosiva, entre nerviosa y sonora del conde. Risa como de científico loco. Todo su examen le había permitido diagnosticar mi proverbial inhabilidad corporal y expresiva, mi angustia y mi vergüenza (que eventualmente, estoy muy segura, podrían haberme llevado a las lágrimas, así era de tonta) y, en el momento indicado, según sus costumbres medievales, vino en mi rescate, sin permitirse ni por un segundo insinuar que me ayudaba porque yo lo necesitaba. Haciendo todo el tiempo de su ayuda una especie de juego, para no ofenderme sacándome en cara que yo era -como, en efecto, era y soy- una pésima actriz, me quitó únicamente el sombrero (el bastón, como todos saben, él ya lo tenía) e hizo la mejor imitación que yo haya visto de Charlie Chaplin. Hacía el caminado apingüinado, las vueltas del bastón, los tropiezos... era tan perfecto que era casi mejor que el original. Hacía el saltito en que se hacen golpear los zapatos en el aire, a un costado del cuerpo, en medio del salto. E inmediatamente llamó la atención de todo el que pasaba, porque eso era parte de su irresistible carisma.

Me relevó así de mi bochornosa tarea, y desde ese día fuimos amigos. Fue el primero que conocí de los mayores, la generación superior a la de "los apáticos". Fue mi primer amigo en un grupo aparentemente hermético; aparecía desde entonces de la nada y me llevaba del brazo a dar largos paseos por la universidad, en los que hacía delicias burlándose de las personas que usaban paraguas para taparse del sol, de los enamorados demasiado expresivos ("engendros impúdicos" los llamaba) y de algún que otro profesor caído en desgracia. En uno de esos paseos, que fueron muy frecuentes por mucho tiempo, el conde dijo tener una revelación: yo parecía un ratón pequeño, un ratón animado, Faivel. Y ahí nació el mejor apodo que alguien me haya puesto.

Pero eso será para otro recuerdo de nuestro querido añorante de mejores épocas.

12 marzo, 2009

El conde de Krutoy era bueno con los niños...


De Krutoy ya hablaba Marco Polo en su Libro de maravillas, milagros y hechos mágicos. Justamente, en una de sus cartas al rey Constantino IV, El Barbado, decía:

Después de salir de la ciudad de Campion se marcha al oriente durante cinco jornadas; en aquel camino se oyen de noche muchas voces de demonios. Después de esas cinco jornadas, se encuentra el condado de Krutoi.
Viven allí cristianos kafkarianos, idólatras borgistas y otros que guardan la ley de Mahoma y los demás. Hay en él muchas ciudades y aldeas y pozos sin fondo y doncellas por conocer. Al siroco entre oriente y mediodía se va a la provincia de Talkai, pero antes se da con la ciudad de Marari, donde moran igualmente cristianos kafkarianos, idólatras borgistas y secuaces de la ley de Mahoma y los demás; moran moros de la morería, capadocios, tordos, panfletarios y mancheguinos. Hay allí milanos salvajes hermosísimos, grandes como elefantes; y bueyes para cargar carretas de libros, cuyos cuerpos están cubiertos por todas partes de un pelaje blanco, salvo en el dorso, y allí, esto es, en el lomo, les nacen pelos negros de tres palmos de longitud, como las barbas luengas de los nativos.

Etcétera.

Tan antiguo es el abolengo de aqueste condado y de tanta fama su nobleza (no diremos que venida a menos, que lo digan otros) que no sería difícil encontrar más datos en cualquier crónica prusiana o libro de horas del siglo XV francés. Sin embargo, la historia moderna puede bien también dar cuenta de los singulares personajes que se alejaron de Krutoy para convertirse en ciudadanos del mundo.

Para tu fortuna, oh desdichado lector, hemos de recopilar acá las singulares crónicas del último de los caballeros andantes que salieron de ese lugar, espada en mano y libro bajo el brazo o en la alforja de su biblioteca... y su paso por quienes se fiaron de su cordura.

Que así sea.