12 marzo, 2009

El conde de Krutoy era bueno con los niños...


De Krutoy ya hablaba Marco Polo en su Libro de maravillas, milagros y hechos mágicos. Justamente, en una de sus cartas al rey Constantino IV, El Barbado, decía:

Después de salir de la ciudad de Campion se marcha al oriente durante cinco jornadas; en aquel camino se oyen de noche muchas voces de demonios. Después de esas cinco jornadas, se encuentra el condado de Krutoi.
Viven allí cristianos kafkarianos, idólatras borgistas y otros que guardan la ley de Mahoma y los demás. Hay en él muchas ciudades y aldeas y pozos sin fondo y doncellas por conocer. Al siroco entre oriente y mediodía se va a la provincia de Talkai, pero antes se da con la ciudad de Marari, donde moran igualmente cristianos kafkarianos, idólatras borgistas y secuaces de la ley de Mahoma y los demás; moran moros de la morería, capadocios, tordos, panfletarios y mancheguinos. Hay allí milanos salvajes hermosísimos, grandes como elefantes; y bueyes para cargar carretas de libros, cuyos cuerpos están cubiertos por todas partes de un pelaje blanco, salvo en el dorso, y allí, esto es, en el lomo, les nacen pelos negros de tres palmos de longitud, como las barbas luengas de los nativos.

Etcétera.

Tan antiguo es el abolengo de aqueste condado y de tanta fama su nobleza (no diremos que venida a menos, que lo digan otros) que no sería difícil encontrar más datos en cualquier crónica prusiana o libro de horas del siglo XV francés. Sin embargo, la historia moderna puede bien también dar cuenta de los singulares personajes que se alejaron de Krutoy para convertirse en ciudadanos del mundo.

Para tu fortuna, oh desdichado lector, hemos de recopilar acá las singulares crónicas del último de los caballeros andantes que salieron de ese lugar, espada en mano y libro bajo el brazo o en la alforja de su biblioteca... y su paso por quienes se fiaron de su cordura.

Que así sea.

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